En su disertación, el rabino Sergio Bergman acudió a sus dotes de referente social invocando a la responsabilidad de los profesionales para pasar de meros espectadores de la realidad social y política a actores principales.
En su análisis de nuestra realidad, llamó a tomar en cuenta que “quienes tenemos el privilegio de vivir en la Argentina de lo privado, vivimos bien”. Según el rabino, hay pocos lugares en el mundo donde se vive tan bien como en la Argentina de lo privado. Pero el problema, nuestro drama, está en lo público. “Para restaurar la inequidad entre lo privado y lo público no hacen faltan ni héroes ni mártires, se necesitan ciudadanos”, enfatizó, para señalar que “si rescatáramos el principio público del diezmo, dedicáramos a lo público un 10% de lo que ponemos en lo privado seríamos otro país”.Abogó a no esperar que se deteriore la economía para involucrarse en lo público. “Cada uno, refugiado en la garantía de su propia actividad privada, busca la seguridad de su rentabilidad, y de los principios de la República que se ocupe el otro. Porque nuestra preocupación, que no siempre es ocupación por lo público, aflora siempre tarde y mal cuando nos vienen a buscar, fundamentalmente porque tememos que corra riesgo nuestras garantías de lo privado”.
Al rabino Bergman no le faltó terminología económica para hacerse entender respecto de la actitud cómoda de muchos de nosotros. Algunos de los conceptos con que ilustró a la joven audiencia:
• “Imaginemos por un momento que se van los ‘malos’ que se dedican a lo público –ejemplificó-, ¿dónde está la reposición de stock? ¿dónde están los ‘buenos’ que estén dispuestos a ocupar esos lugares? Por el contrario, preferimos hacer ‘outsourcing’, encontrar una tercerización: que alguien vaya por nosotros a hacernos el país que nos merecemos mientras nosotros seguimos con lo nuestro”.
• “Y cuando uno dice tener una enciclopedia de justificaciones (más bien excusas) para demostrar por qué no hay que meterse, se trata de otra hipocresía cívica de no reconocer que es a nuestra generación la que le enseñaron ‘no te metás que es peligroso’, pero es una trampa mortal que los jóvenes no entiendan que no hay nada más peligroso que no meterse y no comprometerse. Porque lo que necesitamos es que ustedes (dirigiéndose a la joven audiencia) no sean como nosotros. Precisamos que sean mejores”.
• “Tampoco es lícito ni ético ni correcto que porque ustedes sean jóvenes sí van a poder hacer el país que nosotros ni siquiera intentamos. En primer lugar la juventud es un estado de espíritu, y no una edad cronológica. Ese estado del espíritu se mide por la capacidad que uno tiene de sostener las utopías, los ideales, los valores, el destino y la trascendencia”.
• “En cuanto a las utopías (que no son ilusiones), si uno no tiene horizontes, se pierde en el viaje, y cuando uno tiene horizontes, no se asegura que va a llegar, pero sabe de dónde viene, dónde está y adónde va”.
• “Los argentinos no tenemos todo perdido, no es que tengamos que volver a empezar, sino retomar el curso ¿Y cuál es el curso del mapa, cuál es la brújula de este territorio, cuál es el norte de los argentinos. Dejar de hablar de lo que elegimos –a lo sumo aprender a votar mejor- pero ver si nos elegimos a nosotros mismos como candidatos a ciudadanos y que restituya lo público”.
• “Como sociedad tenemos algunos traumas no resueltos. Nosotros decimos que somos una república representativa. No lo somos. Somos delegativos: firmamos un cheque en blanco en la lista sábana donde nos ‘acuestan’ a todos para que ‘nadie’ que ‘alguien’ puso haga lo que juró por el jefe, por Dios y por la patria (en ese orden) con todos nosotros sin rendir cuentas de absolutamente nada bajo la chicana del apriete de que como lo elegimos puede hacer lo que quiera hasta ser premiado o castigado en la próxima elección”.
• “Esta trampa tiene lugar porque nosotros abandonamos el espacio público de la constante auditoría de gestión que un representante en su noble función debe rendir cuentas todos los días...No es una demanda de la ciudadanía, es una obligación ética ante la Ley”.
• “Todos somos hijos de Dios que está en el Cielo pero aquí en esta bendita tierra somos hijos de la Ley. Todos por igual....En nombre de ninguna creencia o ideología se puede profanar y vulnerar la Ley”.
• “Toda solución política, toda solución institucional, requiere de recursos y talentos humanos dedicados al bien común.”
• “No hay riqueza más importante como país que su gente. ¿Queremos cambiar la Argentina? Tenemos que cambiar los argentinos. ¿Querés cambiar los argentinos? No hay argentino más relevante para cambiar que vos mismo. El más difícil de cambiar.”
• “No hay otro lugar que no sea tu propia interioridad para sincerarnos en cuanto a cómo cambiamos la ecuación del vacío existencial y espiritual de la Nación, de que te dejes de preguntar todo el tiempo lo que todos nos preguntamos y es ‘qué me vas a dar y qué me voy a llevar’. Llegó el momento de responder qué vas a ofrendar. No el impuesto, sino la ofrenda. Lo que vos das que no es impuesto, y estás en condiciones de ponerlo en el bien común”.
• “En 1810 discutíamos si íbamos a ser españoles o ingleses. Cien años después discutíamos si íbamos a ser norteamericanos o europeos. En vísperas de los 200 años después, asumámoslo: ‘Vamos a ser latinoamericanos’, no con frustración, sino hagámoslo con la alegría de la autenticidad: tenemos que serlo. Y además respetar y reivindicar a los pueblos originarios que hemos diezmado”.
• “Nosotros creemos que por ser hinchas de la Argentina estando en la tribuna, jugamos bien al fútbol. ¡Un país se hace en la cancha, no en la tribuna! Es mejor bajar a la cancha y que te llenen el arco de goles y jugar, que estar todo el tiempo como nosotros en la tribuna para estar del lado siempre de los ganadores”.
• “Como nos enseñara José Ingenieros, el problema no es ‘los malos’, el problema nuestro está en los buenos, que se dividen entre los idealistas y los mediocres. Y con dolor en el corazón debemos asumir que somos un país mediocre, por los buenos que no hacemos nada”.
• “En lugar de subestimar a los idealistas suponiendo que no van a llegar a ninguna parte, tenemos que respetar mucho más nuestros ideales, nuestras convicciones y vocaciones, y ponernos a trabajar. ¿Cómo se trabaja? De a uno, que suma uno, más uno más uno más uno, hasta que se haga exponencial. La primera es una suma aritmética, que parece que no va a andar, que no va a tener masa crítica. Pero no olvidemos que todas las revoluciones socio-culturales la hicieron minorías. No hay ningún cambio en la humanidad que no se haya iniciado si no a través de las minorías. Y la pregunta espiritual es si estás dispuesto a inscribirte en la minoría transformadora, si estás dispuesto a inscribirte en un proyecto de trascendencia de la Nación”.
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